La pelota rueda. El balón suele estar hecho con lo que se puede: trapos y papeles son los componentes más frcuentes, aunque uno viejo de cuero es un lujo para pocos. Rueda sobre la tierra y levanta la nube de polvo que cubre la canchita improvisada.
Ahí van corriendo detrás de ella muchos, con que sean dos alcanza y en este caso pueden ser muchos más que veintidos. Y también buscan al esférico los sueños de muchos. Sueños de "pegarla", de "poder salir de esa realidad" y llegar a la primera.
Los arcos son dos piedras, dos bolsas con basura, dos buzos, dos árboles o cualquier cosa que pueda sostenerse y oficiar de palo. No hay postes -a veces ni de luz- ni travesaños, muchos menos redes y líneas de cal. Sólo, la ilusión de romper esa frontera inexistente y poder anotar un gol.
Son los Carlitos Tevez, son los Aaron Mokoena, son los Robinhos. Son los que terminan siendo el orgullo del barrio y los que orgullosos llevan el nombre de aquel barrio a lo más alto a nivel Mundial.
El "cuerito" empieza a girar y entonces deja de importar si el que la tiene es un "villero", o un "nene acomodado", si es blanco o es negro, si es "homo" o "heterosexual". Incluye, junta, agrupa, comparte, suma, acompaña a pasar y a escaparse por un rato de las diferencias que nos imponen las sociedades excluyentes.
Creo que justamente eso es lo maravilloso del fútbol, que es una de las pocas cosas que nos permite soñar a todos y que une más allá de las diferencias sociales...
ResponderEliminarCarolina